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En Turquesa (El Entrego) |
La primera receta que cociné fue la del bizcocho (el básico, ya
sabéis, claras a punto de nieve y añadir harina, azúcar y las yemas de los
huevos). Tendría unos 12 ó 13 años. Estaba en casa con mis hermanos y decidimos
merendar bizcocho. No subió mucho…, pero era comestible, blandito y
dulce. Y desde aquella hay que ver lo que ha llovido.
Pues desde esas
tardes adolescentes, en las que mi afición era la repostería básicamente, he
ido aprendiendo a hacer pastas, arroces, tortillas, ensaladas, he intentado recuperar
recetas de mi casa (las más difíciles, creo que es imposible superar a las
madres y las abuelas y su extensísima experiencia…), me he vuelto loca con la
cocina francesa, la italiana, incluso eché mano del curry para intentar algún
apaño medio oriental… Creo que casi estoy preparada para hacer mis pinitos en
la cocina japonesa o con espumas y esferas… ¡uf!
Si me los permitís, creo que a toda la buena gente le gusta cocinar. No
conozco a nadie que le guste cocinar y que sea mala persona. Es incompatible. Ser
buen cocinero requiere gusto y sensibilidad, generosidad…porque cocinar hace
feliz a la gente, porque comer es uno de los grandes placeres de la vida; el
buen cocinero quiere cocinar para los demás y que disfruten con los platos que hace.
Hay gente que se estresa en la cocina, pero a mí me
relaja. También es divertido hacerlo con los hijos, aunque las paredes de la
cocina más tarde parezcan estucadas y de los suelos sea casi imposible
despegarse, ¿a que sabéis de qué hablo? jejeje.
La cocina de mis sueños sería una cocina enorme, de
esas que vemos en las fabulosas revistas de decoración, con una isla en el
centro para preparar las recetas, una gran despensa donde guardar los alimentos
y todos los utensilios de cocina, y una gran mesa para comer con toda la
familia.
¡Ah! ¡Y también mis libros de recetas…por supuesto!
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